domingo, 14 de septiembre de 2008

LA TRAGEDIA DE BARAJA



De repente oigo el lamento estremecedor de las personas que repentinamente se vieron afectada por la terrible noticia del reciente accidente de Barajas. También me estremezco yo, y poniéndome en su lugar no encuentro consuelo ni salida al dolor que, como ceniza y lava del volcán, irrumpe desde lo más profundo de mi corazón.

Ni comparación tiene que,pero a pesar como todo ser humano, me acerqué al dolor de los familiares. Ese mismo día viví en vilo más de cerca la tragedia, porque se me iban dos hijos, sobre las mismas horas, en un vuelo de la misma compañía hacia Barcelona. La salida obstaculizada por tan magno accidente se vio atrasada largas horas. Previsto para despegar sobre las 2,45, iniciaron el despegue sobre las 21 horas aproximadamente.

Coincidirán conmigo que bombardeado por la trágica noticia del siniestro ocurrido, inevitablemente venía a tu memoria la posibilidad de que volviera a pasar. Psicológicamente tu mente te repetía hasta la saciedad que la posibilidad de repetirse estaba ahí, y aunque siempre que subes a un medio de transporte asumes tal posibilidad, ahora, ese día, la posibilidad parecía más real que pudiera materializarse.

Fueron unas horas duras e interminables vividas en el silencio y en la clandestinidad. Clandestinidad, porque no te atreves a compartirla, pues, como el fuego, la ansiedad y la preocupación se engrandece y contagia. Optas por permanecer callado y encomendarte a tu PADRE DIOS.

Y en eso quiero ahora pararme. Todos mis respetos a los psicólogos y personal profesional preparado para tales menesteres y situaciones de tal envergadura y responsabilidad. Creo que hacen una labor muy necesaria e impagable. Sin embargo, nadie me puede consolar con toda la ayuda de apoyo y psicológica que me puedan aportar, porque lo perdido, seres queridos, no podrá ser sustituido.
Positivamente sabemos que, pasado los días de confusión y de dolor, todo vuelve a su lugar y cada uno se incorpora a su tarea del devenir diario. Y ese vacío dejado en mí permanecerá vacío, valga la redundancia, y, posiblemente, cada día más vacío. La ayuda psicológica me hará bien, pero no le dará sentido, ni respuesta a la pérdida de mis seres queridos.

Sólo en la esperanza de una vida, más allá de este mundo, y en la justicia de encontrar la verdad de tantas diferencias repartidas para unos y otros, puedo llenarme de paz, serenidad y emerger las fuerzas necesarias para continuar la lucha peregrina por la vida hasta encontrar la verdadera Vida.

Las respuestas que demandan la prontitud de la muerte para unos, apenas unos años; para otros en la plenitud de su carrera; para otros iniciando el nido familiar; para otros buscando la salud…etc., abren una serie de interrogantes que la psicología u otras ciencias nada tienen que responder.

Y no se trata de consolar, sino de encontrar consuelo en la esperanza puesta en JESÚS de Nazaret. JESÚS en el Único que da sentido a superar el puerto de primera categoría, en el argot ciclista, que se nos presenta delante de nuestro camino por la vida. Porque el sufrimiento, ÉL lo vivió primero, tiene sentido desde la óptica cristiana: purifica, fortalece, te hace humilde, levanta tu mirada al cielo, tomas conciencia de tu propio ser, te hacer crecer como persona y te da esperanza de que nada se ha perdido, hay contratiempos, pero todo se superará con la Resurrección al fin de los tiempos.

Para todo eso y mucho más están los sacerdotes y, no sólo los sacerdotes, sino, también, los seglares comprometidos y creyentes. Y estaremos hasta que nuestra presencia sea reclamada, porque la labor no acaba, continua día a día. Ese es el sentido de la comunidad. Para eso nos reunimos: para compartir, para aprender, para enseñarnos, para recibir el alimento que nos hará libres, pacíficos, gloriosos, eternos en CRISTO, nuestro SEÑOR.

Y sin pedir nada a cambio, porque todo se da gratuitamente. Sin contar horas, ni horarios, ni extras, ni protocolos, ni nada, sino con la desinteresada fuerza que da el amor.

Sin embargo, nadie está interesado en cuidar esta desinteresada ayuda, sólo por amor, y darle facilidades y posibilidades para poder servir a los que tanto lo necesitan y demandan, Ahora, a solo unos días transcurridos sólo queda la esperanza de que sus seres queridos estén en la paz y en la presencia del SEÑOR. Y que nada les haya pasado, sino conseguir la gloria y felicidad que tanto se anhela aquí en la tierra.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace una semana falleció un buen amigo mío, y en el responso el sacerdote nos comentaba que cuando a él le dieron la noticia, quedó en Shock, porque morir a los 38 años, por una crisis asmática, es muy poco frecuente, y sobre todo porque en la mañana le había dado la comunión, porque él acudía diariamente a misa antes de ir a trabajar.

Creo que siempre debemos estar en gracia de Dios, y preocuparnos mucho para recuperarla en cuanto estemos en falta, pues no sabemos ni el día ni la hora, pero sabemos que seremos llamados a su presencia en algún impensado día.

Roguemos por que cuando nos toque a nosotros, estemos en Gracia de Dios, y habiendo recibido los sacramentos.

Gracias y bendiciones,

Salvador Pérez Alayón dijo...

Gracias www.travesíaporlavida, esa es la gran diferencia que sólo comprendemos los creyentes en JESÚS. Noy drama, sólo dolor y convencimiento de que, aunque nos cueste y sintamos la falta de ellos aquí en la tierra por nuestra condición de humanos, estaremos en la gloria y en la plenitud de la felicidad eterna. A lo que todos corremos, desesperadamente, y nos afanamos por alcanzar.

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